EL ORDEÑO

1978, 50x60cm, Témpera sobre lienzo y fijador brillante en spray

EL ORDEÑO

La madre que ordeña la vaca y el hijo que espera para beber la leche fresca. En el corral hacen de entorno gallinas, pollitos, cerdos y un hermoso pajar para el heno. Imágenes de otros tiempos cuando todo era genuino.

La obra “El Ordeño”, realizada en 1978 con témpera sobre lienzo y fijador brillante en spray, es un homenaje a la vida campesina de antaño, a esos gestos simples y auténticos que marcaban el ritmo de la jornada y daban valor a las pequeñas cosas.

Una escena de vida rural:

En el centro de la composición encontramos a una madre ocupada en ordeñar una gran vaca de pelaje claro y robusto, sentada en un pequeño taburete de madera. A su lado, el hijo espera con impaciencia la leche recién ordeñada, acercando el rostro al lomo del animal con un gesto de afecto y familiaridad.

El corral está animado por una multitud de animales domésticos: gallinas que escarban, pollitos que picotean el suelo, un orgulloso gallo y dos cerditos ocupados buscando comida junto a una pila de leña. Alrededor, el paisaje está dominado por grandes pajares, símbolos de la ruralidad y del trabajo agrícola, que se recortan contra un cielo límpido y sereno.

Una época genuina y auténtica:

Esta escena idílica y nostálgica transporta al observador a un tiempo pasado, donde la vida estaba marcada por el trabajo en el campo y por el vínculo con la naturaleza. No hay frenesí, solo la quietud de una jornada de trabajo sereno, donde cada miembro de la familia tiene su papel y su importancia.

El cuadro no es solo una representación de la vida rural, sino también una invitación a redescubrir los valores de la simplicidad, la autenticidad y la conexión con la tierra. Una imagen que habla de tradición, de amor por el propio trabajo y de una época en que todo era más auténtico.

EL ORDEÑO

La madre que ordeña la vaca y el hijo que espera para beber la leche fresca. En el corral hacen de entorno gallinas, pollitos, cerdos y un hermoso pajar para el heno. Imágenes de otros tiempos cuando todo era genuino.

La obra “El Ordeño”, realizada en 1978 con témpera sobre lienzo y fijador brillante en spray, es un homenaje a la vida campesina de antaño, a esos gestos simples y auténticos que marcaban el ritmo de la jornada y daban valor a las pequeñas cosas.

Una escena de vida rural:

En el centro de la composición encontramos a una madre ocupada en ordeñar una gran vaca de pelaje claro y robusto, sentada en un pequeño taburete de madera. A su lado, el hijo espera con impaciencia la leche recién ordeñada, acercando el rostro al lomo del animal con un gesto de afecto y familiaridad.

El corral está animado por una multitud de animales domésticos: gallinas que escarban, pollitos que picotean el suelo, un orgulloso gallo y dos cerditos ocupados buscando comida junto a una pila de leña. Alrededor, el paisaje está dominado por grandes pajares, símbolos de la ruralidad y del trabajo agrícola, que se recortan contra un cielo límpido y sereno.

Una época genuina y auténtica:

Esta escena idílica y nostálgica transporta al observador a un tiempo pasado, donde la vida estaba marcada por el trabajo en el campo y por el vínculo con la naturaleza. No hay frenesí, solo la quietud de una jornada de trabajo sereno, donde cada miembro de la familia tiene su papel y su importancia.

El cuadro no es solo una representación de la vida rural, sino también una invitación a redescubrir los valores de la simplicidad, la autenticidad y la conexión con la tierra. Una imagen que habla de tradición, de amor por el propio trabajo y de una época en que todo era más auténtico.