Giorgio Drudi fue un pintor italiano autodidacta-moderno (Santarcangelo di Romagna, 05 de agosto de 1956 - Cubelles, 08 de febrero de 2025).
Su pasión por la pintura nace a los dieciséis años, inspirada por la admiración hacia su padre, carpintero/ebanista y pintor por afición, quien realizaba cuadros que representaban escenas populares de arte humilde: jugadores de cartas en el bar, mujeres trabajando en la cocina, naturaleza muerta, barcos en el puerto, pescadores... etc. Desde niño, Giorgio manifiesta un fuerte interés por el arte y comienza a dibujar, dando rienda suelta a su fantasía. Habría querido asistir al liceo artístico, pero sus padres le impusieron un camino más seguro desde el punto de vista laboral. Se gradúa así en Contabilidad y Perito Comercial y, a los 19 años, encuentra empleo como funcionario estatal, rol que desempeñará durante gran parte de su vida. Renuncia a posiciones de responsabilidad para mantener un estilo de vida más simple y tranquilo, continuando sin embargo con el cultivo de su gran pasión por el dibujo. A los veintidós años entra en contacto con diversos pintores del arte contemporáneo en su ciudad natal, profundizando cada vez más en el estilo surrealista. Viaja a diversas ciudades italianas, como Asís, Venecia, Trieste y varias ciudades de Liguria, encontrando inspiración en el rico patrimonio histórico y artístico del país. Ama visitar museos, villas históricas y admirar las esculturas de grandes maestros como Miguel Ángel y Donatello.
En su juventud reproduce también dos escenas inspiradas en famosos pintores, Jusepe de Ribera y Van Gogh. Sus obras, de vez en cuando, representan paisajes italianos, con particular atención a la Romaña: Santarcangelo, Rímini, Cesenatico, San Leo, las Grutas de Frasassi y otras localidades sugestivas.
El artista a menudo mezcla épocas diferentes, uniendo elementos y personajes medievales con figuras contemporáneas como Miguel Bosé, Patty Pravo, Angelo Branduardi, yuxtaponiéndolos a personajes históricos y mitológicos, entre ellos Arlequín, los Bronces de Riace, Excalibur, la Maga Circe... etc. Su período de máximo éxito artístico en Italia se sitúa entre los años 80 y 90. A la edad de 63 años se traslada con su familia a España, en la provincia de Barcelona, donde transcurre los últimos años de su vida rodeado del verde de la naturaleza y del bellísimo paisaje en el que se alzaba su casa, realizando sus últimas y maravillosas obras.
Giorgio Drudi era un gran soñador, un hombre espiritual en busca de lo desconocido. A menudo inmerso en su mundo fantástico, su habilidad artística le ha permitido dar vida a las maravillas de ese mundo, retratándolas espléndidamente en sus bellísimos cuadros.
Sus obras son una invitación a captar el vínculo indisoluble entre progreso y tradición, entre tecnología y naturaleza, entre pasado, presente y futuro, hasta llegar a un mañana en que hombre, naturaleza y animales conviven en perfecta armonía. En su corazón, el artista parece querer decirnos que la vida es un sueño en continua evolución, una sucesión de experiencias que contribuyen al crecimiento interior y que, durante este maravilloso viaje llamado vida, nunca estamos solos, porque fuerzas invisibles velan por nosotros guiándonos y sosteniéndonos a lo largo de nuestro camino.
La unicidad de sus obras va más allá de los estereotipos, sin por ello dejar dudas sobre la verdadera intención del autor, que es la de fundir hábilmente realidad, espiritualidad y fantasía, a través de imágenes que parecen existir más allá del tiempo.